(18)Poder

Hannah Arendt, naturalmente, no siempre tuvo el estatuto de autora clásica. Pero incluso en sus momentos más desdichados, cuando, por ejemplo, llegó al exilio neoyorquino con la módica suma de 25 dólares, trabajó afanosamente por desarrollar una aventura intelectual animada por fuerzas del pasado y del futuro. Su obra, de hecho, supuso una confrontación radical con la tradición filosófica occidental —desde Platón y Aristóteles hasta Marx y Heidegger— para así considerar el sentido olvidado de la política y ofrecerlo a un mundo que, entendía Arendt, resultaba nuevo.

Si tradicionalmente la política había sido comprendida como una relación de mando y obediencia, para Arendt la política suponía la constitución de la libertad entre seres iguales, pero, a la vez, singulares. En el centro de tal posición arendtiana se encuentra una reconfiguración de la noción de poder, entendido como aquello que surge cuando los seres humanos se reúnen para actuar y dialogar juntos. El libro Democracia surgente. Notas sobre el pensamiento político de Hannah Arendt, de Adriana Cavarero, una notable filósofa contemporánea italiana, actualiza y moviliza el legado de Arendt respecto de la política y el poder. El libro interviene en el debate actual sobre la democracia animado por autoras y autores como Miguel Abensour, Elias Canetti, Judith Butler, Claude Lefort, Chantal Mouffe y Jacques Rancière, los cuales, con sus singularidades y variaciones, llevan adelante un ajuste de cuentas con la obra de Arendt. A criterio de Cavarero, en estas lecturas prima la idea de que el poder democrático se instituye contra toda dominación y coerción. El carácter de lo políticamente insurgente cobra sentido como expresión de conflicto y lucha antagonista, pero, de acuerdo a Cavarero, no captura el sentido completo de la experiencia democrática. Su complementación con lo surgente busca poner el énfasis en el aspecto generativo de la interacción plural. La democracia, entonces, no se funda en su ser en contra, sino en su naturaleza afirmativa. “En la reconsideración de la idea de Hannah Arendt de política”, sugiere Cavarero, “el adjetivo ‘surgente’ trata de poner el acento en una experiencia de la democracia en estado germinal y germinativo, inicial y espontáneo, naciente”. Dicho de otro modo, el poder democrático reside en la capacidad de iniciar y desarrollar un proceso político plural y concertado.

Algo que resulta especialmente interesante en el libro de Cavarero, es que le da nuevos impulsos al repertorio de ideas y conceptos de Arendt. Particularmente relevante es su problematización al respecto de nuevas formas de populismo de carácter digital, forjadas por una plétora de individuos aislados que logran conectarse únicamente vía internet y a través de la figura de un líder. Cavarero retoma así la crítica arendtiana frente a la concepción de la política como imperio de los grandes hombres. A su criterio, el poder democrático en clave generativa, por el contrario, es asociado con el espacio de aparición donde muchos seres humanos experimentan tanto la libertad política como la felicidad pública. Pero no cualquier agrupación humana puede radicalizar la experiencia democrática. A través de una comprensión sonora de la política y los sujetos colectivos, Cavarero distingue fenomenológicamente la pluralidad respecto de la masa y la multitud. Si la masa se fusiona en una sola voz, la multitud, sostiene Cavarero, resulta el epítome de la desconexión y es, por lo tanto, carente de expresión musical. A la pluralidad, en cambio, le corresponde la plurifonía en tanto manifestación de la singularidad distintiva de quienes la componen. En suma, si el sino contemporáneo hunde la vida política bajo los principios del gobierno y la subsunción al mismo, el llamado de Cavarero es decidido: el poder democrático surgente requiere de ser entonado nuevamente en la felicidad creativa, generativa y plural para un nuevo inicio común.